jueves, 16 de febrero de 2012


Comienzo la serie con La última muerte de Ahmed Ali Shibab. (Homenaje doce días después de su segunda muerte.) Todo el texto surgió de una frase y, ahora que ha pasado tiempo suficiente para alejarnos (a mí y al texto), que no recuerdo haberlo escrito y que me parece de otro, tanto que me sorprende que sea yo quién lo haya escrito, debo decir que se ha convertido, quizá, en el relato que me tiene más satisfecho. Como diría el asno, sonó la flauta, por casualidad.


La primera muerte de Ahmed Ali Shibab.
Homenaje doce días después de su segunda muerte. 

Hoy todo verso que se precie rimará en negro, porque hace apenas diez días falleció por segunda vez el poeta palestino Ahmed Ali Shibab.
Uno de los personajes cumbre de la literatura islámica contemporánea, pasó más de siete años en la prisión libanesa de Khiam, en una celda de apenas un metro cuadrado donde al principio, para tratar de evadirse de las torturas frecuentes, compuso poemas que recitaba repetidamente hasta aprehenderlos primero y aprenderlos después. Su libro, Al anochecer no estaré, una recopilación de ellos, es sin duda uno de los poemarios con mayor fuerza, sinceridad y amargura que he leído. 
Durante el resto de su condena, al menos cuatro años, optó por el absoluto silencio.
Su poesía intimista, que podría ser clasificada como pos modernismo árabe, ha sido interpretada, creo que erróneamente, como un grito de aliento al nacionalismo palestino y fue perseguida tanto por autoridades de Líbano, donde residía, como por el gobierno de Israel.
Dicen que al ser abandonado el campo de Khiam por las fuerzas israelíes y entrar las tropas del nuevo ejército libanés, un soldado abrió con maza y cincel la puerta de su celda. Después de meses de completa oscuridad Shibab sólo pudo, según sus palabras, distinguirsu alma militarizada, la de un espíritu entrometido. El soldado, un joven al que el servicio militar había interrumpido el estudio de Letras en la universidad de Tyro, le preguntó: 
- Nombre-, como una orden.
- Ahmed Ali Shibab.
- ¿El poeta? - preguntó el joven con la voz quebrada.
- No,- contestó,- el poeta Ahmed Ali Shibab murió. Yo soy otro.

Gracias a Dios, o a Alá, Shibab resucitó y nos regaló un buen montón de poemas, armados de palabras, de vida y de esperanza. Poemas como otros no podrán escribir así vivan cien veces.
Hace apenas diez días, como decía, murió por segunda vez Ahmed Ali Shibab, y ésta parece que sí será definitiva. 
Qué la tierra le sea leve.